17 mayo 2018

Los ojos saltones de Susana

Mi amistad con Susana Velleggia y Octavio Getino data de mediados de la década de 1970. Yo andaba exiliado en París, estudiando cine y haciendo activismo contra la dictadura de Banzer y ellos ya habían sufrido el golpe de Videla y vivían exiliados en Lima. 

Octavio Getino, Marta Rodríguez y Susana Velleggia, en Rennes  
Nos encontrábamos en festivales de cine político y otros eventos de solidaridad en los que coincidíamos todos los que habíamos tomado la ruta del exilio a medida que se multiplicaban los golpes militares en América del Sur: Banzer en 1971 (Bolivia), Pinochet en 1973 (Chile), Videla en 1975 (Argentina), etc. La comunidad de exiliados errantes era grande, y entre los cineastas primaba la solidaridad por encima de las fronteras. 
Estrechamos aún más la amistad en un evento en Rennes (Francia), el Tercer Encuentro de Cine Militante, en junio de 1979, donde compartimos con Marta Rodríguez, de Colombia y otros cineastas comprometidos con la realidad política de sus países. 

En Buenos Aires, mayo de 2012 
Ese mismo año, en noviembre, en Bolivia nos cayó encima el golpe militar de Natusch Busch, y pocos meses después el de García Meza. Recuerdo mi salida intempestiva a través de la frontera peruana en 1980, unos meses después del golpe, con papeles falsos a nombre de Juan Antonio Fernández Hoyos. Llegué a Cusco y luego a Lima, donde Octavio y Susana me alojaron durante un par de semanas en su departamento en las torres de San Felipe, hasta que pude obtener papeles a mi nombre para viajar a México. En los años siguientes volvimos a estar muchas veces en México porque ellos también trasladaron su exilio allá. 


Susana era hipertiroidea pero también hiperkinética. Por una parte sus ojos saltones parecían abarcarlo todo y por otra no cesaba de moverse de un lado a otro, fatiguillas, no se quedaba quieta. Octavio era su complemento perfecto, la sosegaba con su carácter apacible.

Recuerdo con cariño nuestros encuentros a principios de esta década en Buenos Aires, donde me alojaba en su casa de la calle Charcas No. 2658. Entre el asado que humeaba en una pequeña parrilla de la terraza o una copa de vino en la mesa de la cocina, las discusiones sobre cine o política exaltaban a Susana. Era apasionada y cada vez más impaciente. Levantaba la voz exageradamente hasta que Octavio con una sonrisa y con su voz suave y calmada la apaciguaba. Temperamentos tan diferentes habían aprendido a través de los años a congeniar.

La última vez que nos vimos con Susana fue en octubre del año 2012, durante el Festival de Cine Latinoamericano y Caribeño de Margarita, esa isla venezolana tan atractiva para el turismo. Ahí la sentí ya repuesta de la muerte de Octavio ocurrida un mes antes. En momentos de descanso nos metimos en la piscina del hotel, junto a Alquimia Peña de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano..

Creó y dirigió durante 15 ediciones el Festival Internacional de Cine Nueva Mirada para la Infancia y la Juventud. Cada festival era un esfuerzo enorme que ella encaraba con entusiasmo aunque a veces estaba tentada de tirar la toalla. La edición 16 (2017) tuvo que suspenderse a último momento por la falta de apoyo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) que había apoyado las ediciones anteriores.

Susana dio la cara para anunciar la cancelación: “Casi no se producen películas para niños en Argentina. Más del 90% del audiovisual para el público infantil proviene de un solo país, que cuenta con una profusa promoción y merchandising que exacerba el consumismo de los niños, niñas y adolescentes y forma su apreciación audiovisual conforme a un modelo único. Este público no goza del derecho a su propia identidad, cuya contracara es el derecho a la diversidad cultural, ambos consagrados por varias convenciones internacionales de derechos humanos”. 

Su adhesión y militancia política la caracterizaron hasta el final. Este año participó en el movimiento por #NiUnaMenos sobre el feminicidio y la violencia sexual contra las mujeres.

Un aspecto menos conocido de su actividad, además de organizadora del festival de cine “Nueva mirada” y de su labor como cineasta, fue la de ensayista. Publicó con la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano La máquina de la mirada (2007), ensayo de 400 páginas donde revisa meticulosamente “los movimientos cinematográficos de ruptura y el cine político latinoamericano en las encrucijadas de la historia”.

Es un texto esencial, Premio de Ensayo sobre Cine Iberoamericano y del Caribe en 2007. Dibuja un panorama histórico y crítico sobre la evolución del cine político desde sus raíces en el cine de vanguardia europeo: del neorrealismo italiano a la corriente maoísta que fue muy representativa no solo en Godard sino en movimiento de cine obrero de la década de 1970.

Escribió en la introducción: “Las teorías latinoamericanas se refieren al cine en su intersección con el cambio social y político que constituyó el eje de las preocupaciones de la mayor parte de los movimientos artísticos de la década de los 60, siendo la búsqueda de una estética propia un derivado de las posiciones ideológicas asumidas por sus autores. Analizar ese itinerario implica reconocer las relaciones que se entretejen entre los ‘nuevos’ y ‘viejos’ cines de Europa y América Latina, y de ellos con las circunstancias históricas de las sociedades de cada época, desde una mirada que quiebre los compartimientos disciplinarios”.

Cinco años antes había publicado con Octavio otro libro: “El cine de las historias de la revolución”.

 La afinidad con Susana pasaba también por Bolivia, por su primer matrimonio con el cineasta boliviano Fernando Arce, con quien tuvo su hijo Wari. A fines de 2014 me escribió contenta: “hace menos de un mes fui abuela por segunda vez, de una preciosa niña llamada Victoria Catalina. La primera es Valentina, y tiene 3 años. También fantástica. Vos estarás veterano en estas lides de ser abuelo pero para mí es toda una novedad a la que trato de adaptarme.”

Irma Ávila Pietrasanta, Susana Velleggia y Alfonso Gumucio
en Coyoacán, junio de 2011 
Muy amiga suya, Irma Ávila Pietrasanta me escribió desde México el 8 de abril de 2018: “estoy como enojada, no le tocaba y le tocó, tenía 76, entró al hospital el lunes a operarse la rodilla, salió bien, el miércoles estaba en su cuarto y ya desconectada pero había tenido una infección gastrointestinal que iba y venía durante un mes, tomó muchos antibióticos para controlarla y le regresó. Wari iba a viajar a Francia por trabajo pospuso el viaje hasta saber el diagnóstico pues no le hicieron efecto los antibióticos y en eso estaban cuando la infección le perforó el intestino y al final le dio un paro tremendo”.


(Publicado en Página Siete el domingo 29 de abril de 2018) 
_____________________________ 
Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño,
así una vida bien usada produce una dulce muerte.
—Leonardo da Vinci