22 marzo 2014

La línea de Lara

Siempre generosa conmigo, la familia de Raúl Lara me acogió muchas veces en su casa en Cochabamba, en el número 136 de la calle Los Pinos, camino a Tiquipaya. Cada visita era un regalo porque invariablemente incluía la muestra de los cuadros más recientes que había pintado Raúl. Que yo llegara solo o acompañado por mi esposa o por amigos de otros países, Raúl, Lidia, Ernesto y Fidel nos recibían siempre con el mismo cariño, de ese que se transparenta en las miradas.

Cierta vez que pasé la noche en casa de los Lara quedé enamorado de un pequeño dibujo que colgaba discretamente en una de las paredes de la habitación de huéspedes. Me encantó la sensualidad de la línea y la energía sólida del rojo y del violeta que impregnaba el papel, donde se entretejen rostros y cuerpos de siete personajes flotando en un mundo mágico saturado de referencias “larianas”: cuerpos desnudos, mujeres sensuales, máscaras de carnaval, hombres barbudos, alas transparentes y aves negras…

Al día siguiente mencioné que el dibujo me gustaba. No había terminado de decirlo que ya Lidia y Raúl lo habían descolgado y lo estaban empacando para que me lo llevara conmigo. Así era Raúl, así son los Lara, generosos amigos.

Fue durante esa visita, en diciembre de 2007, que los Lara me mostraron durante varias horas una infinidad de bocetos y dibujos sobre papel que tenían guardados en carpetas.

Recordaba esto el miércoles 19 de marzo en el Museo Nacional de Arte en La Paz durante la presentación de Aventura íntima e infinita de la línea, un libro de arte que da a conocer la faceta de dibujante de Raúl Lara, el amigo pintor que perdimos el 22 de agosto de 2011. La fundación Cultural del Banco central, la Fundación Simón I. Patiño, el Ministerio de Culturas y Turismo y el Fondo de Fomento a la Educación Cívico Patriótica son las instituciones que han hecho posible la obra, cuidada por Michela Pentimalli, quien junto a María Isabel Alvarez Plata fue en mayo-junio de 2013 curadora de una retrospectiva de estos dibujos. 

La edición, muy bien diseñada, contiene 138 dibujos, una pequeña muestra de entre más de cuatro mil que dejó Raúl. Una muestra tan breve como representativa de las diferentes épocas de su oficio artístico: Buenos Aires en 1950-1960, Jujuy-La Paz en los años 1970,  La Paz-Oruro durante la década de 1980, Oruro-Cochabamba en los 1990 y finalmente Cochabamba de 2000 a 2011. Los textos concisos de Carlos D. Mesa, Luis Ramiro Beltrán, Mariano Baptista Gumucio y el propio Raúl Lara nos aproximan a sus motivaciones íntimas y contextualizan los dibujos, muchos de los cuales llevan anotaciones del pintor.

Es fascinante penetrar en el mundo mágico de obras de “infinita línea” que no fueron realizadas con la idea de darlas a conocer.  En una obra de caballete el artista calcula, planifica y hace una propuesta plástica que sopesa varios factores. En los dibujos de inspiración o de calistenia, la mano se suelta y las ideas y pasiones fluyen sin tomar en cuenta factores externos. Lejos de la pulcritud de una obra de caballete, los dibujos están saturados de pasión y fiebre.

Esa es la riqueza de los dibujos de Raúl Lara, cuya variedad abarca desde los estudios preparatorios para sus cuadros hasta las explosiones eróticas, pasando por los retratos de sus hijos, mediados por la ternura.

Cada vivencia de su trayectoria artística acarrea una marca del alma, pero una en especial deja una huella indeleble: la desaparición de su hermano Jaime en Argentina, durante la dictadura militar.



Los dibujos de Raúl me  gustaron siempre, tanto así que en 1990 le pedí que fuera mi cómplice, junto a otros diez amigos artistas (entre ellos Gustavo, su hermano mayor), en mi poemario Sentímetros. Luego de leer mis poemas me entregó seis dibujos que dialogan con “Oficio de tinieblas”, “Matinal”, “Toda mar”, “Metodología”, “Asedio” y “Perfil”, subrayando su sensualidad.

Ramón Rocha, Lidia Caiguara y Alfonso Gumucio 
Raúl se habría alegrado de ver la cantidad de amigos y admiradores de su obra que se dieron cita en el Museo Nacional de Arte para la presentación de Aventura íntima e infinita de la línea. Como suele suceder en este gremio, faltaban los colegas artistas plásticos, que son parte de una comunidad poco común, vergonzosamente dividida por rencillas y celos. La presencia de Gil Imaná y de algún otro artista salvó la nota, pero hacían ruido las ausencias, entre ellas la del propio director del Museo Nacional de Arte, cuyas altas responsabilidades a esa hora de la noche lo obligaron a abandonar el recinto minutos antes de que comenzara el acto presidido por Pablo Groux, Ministro de Culturas y de Turismo.

La instalación audiovisual que realizó David Maldonado y el equipo de Close Up para acompañar la presentación del libro fue uno de los momentos más interesantes de la noche. Metamorfosis de dibujos y frases de Raúl Lara en la voz de David Mondaca. 
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Llovió tan fuerte que todos los cerdos quedaron limpios, 
y todos los hombres embarrados. 
--- Lichtenberg