15 marzo 2014

El retorno del comunicador

Desde que nació como campo teórico a mediados de la década de 1960, la comunicación para el desarrollo ha tenido una vida accidentada. Ha mostrado enormes fortalezas en su aplicación práctica en América Latina, Asia y África, mientras que en el ámbito académico ha vivido a veces alentadores avances y otras veces un empantanamiento desalentador. 



A lo largo de cinco décadas tanto pensadores de la comunicación como instituciones que trabajan en programas de desarrollo han demostrado que una comunicación participativa comprometida con el cambio social puede garantizar la sostenibilidad que los programas de desarrollo buscan en el largo plazo. Sin embargo, ni en las universidades ni en las organizaciones de cooperación para el desarrollo, se entiende claramente este tipo de comunicación. La palabra “comunicación”, para la mayoría, se reduce a mensajes en los medios masivos y a visibilidad institucional.

Organizaciones de Naciones Unidas como la FAO y la UNESCO sí entendieron el papel de la comunicación en el desarrollo, al igual que un puñado de universidades en el mundo, menos de 30, muy pocas si comparamos con la abundancia de carreras de periodismo que alimentan a los medios masivos con profesionales duchos en escribir artículos o elaborar programas de radio y televisión, pero carentes de la perspectiva estratégica necesaria en los planes de desarrollo. Por suerte en el campo académico, hay excepciones. Parece que el comunicador está de regreso en el pensamiento estratégico de algunas universidades. Colombia es un ejemplo de ello, me consta.

Pasé una semana en Bogotá a fines de febrero y principios de marzo ejerciendo uno de los oficios que más me gusta: trabajar con colegas del campo de la comunicación, el desarrollo y el cambio social.  Esta vez la invitación vino de dos universidades con las que mantengo vínculos desde hace varios años: la Universidad Santo Tomás (USTA) y la Universidad Minuto de Dios (Uniminuto), dos de las más cualificadas que tiene Colombia, ambas con un alto nivel académico certificado por el Estado.

Con la USTA y con Uniminuto he colaborado en el proceso de creación de sus maestrías en comunicación, desarrollo y cambio social, gracias a las cuales Colombia se coloca en la vanguardia mundial de los países que cuentan con especializaciones que privilegian este enfoque, con tres universidades (la tercera es la Universidad del Norte, en Barranquilla, que también apoyé en su momento). Solamente se puede comparar con la India, donde me pude visitar programas similares en universidades de Gujarat, Delhi y Hyderabad.

Tanto en el caso de la Santo Tomás como de Uniminuto, metí mi cuchara conceptual en el documento que sirvió de base para el diseño de las maestrías. Eliana Herrera lanzó la iniciativa en la USTA y Amparo Cadavid en la Uniminuto. Ambas son colegas y amigas con las que hemos recorrido un trecho importante en años recientes, cruzando nuestros caminos en redes profesionales y en eventos internacionales en varios continentes. Como miembro del Consejo Académico de la Maestría de Uniminuto viajo regularmente a Colombia para participar en reuniones de planificación.

Con Iñaki Chaves en la Universidad Santo Tomás
Ambas universidades se pusieron de acuerdo para tenerme ocupado durante siete días. La iniciativa de llevarme a la Santo Tomás partió de Iñaki Cháves, a quien conocí hace algunos años en Barcelona, en algún evento internacional. Ahora Iñaki es profesor en la USTA y hace parte de la Maestría con un compromiso genuino que va más allá de lo meramente académico.

Mi actividad en la Santo Tomás comenzó con una lectio inauguralis en un amplio auditorio donde fui precedido por generosas presentaciones de la decana de la Facultad de Comunicación, María Ligia Herrera Navarro y por el director de la Maestría, Alexander Torres Sanmiguel. En mi conferencia magistral, “De regreso al futuro: pensar la comunicación” me referí a la necesidad de reflexionar sobre el campo de la comunicación y el cambio social desde la investigación interdisciplinaria y la creación colectiva de conocimiento, y de aprovechar el privilegio que supone el espacio de estudio de una maestría, para profundizar en el “saber pensar” antes que en el “saber hacer”.

Durante los tres días siguientes impartí un seminario sobre comunicación, desarrollo y cambio social para estudiantes de la maestría que cursan diferentes semestres. Fue muy estimulante trabajar con ellos en ejercicios, lecturas y discusiones que demuestran que existe un creciente interés por este campo de estudio y de compromiso profesional.

La segunda parte de mi estadía transcurrió en Uniminuto, donde di dos conferencias para estudiantes, una en la unidad de Soacha y la otra en Bogotá. Tuve reuniones de trabajo con el equipo que conozco desde hace tiempo, encabezado por la decana Amparo Cadavid, el director de la maestría César Rocha, la directora de la Escuela de Medios para el Desarrollo, Eliana Herrera (que tuvo la iniciativa de crear la maestría cuando enseñaba en la Santo Tomás), la coordinadora académica Luz Marina Echeverría y otros colegas que conozco desde hace varios años.

Hablamos de los pasos que se han dado para iniciar la maestría recientemente certificada por las instancias de educación superior del Estado. La maestría aspira a convertirse en un referente latinoamericano, proyectándose hacia potenciales estudiantes de otros países de la región que no cuentan con este tipo de estudios de posgrado. En otra reunión precisamos los detalles del encuentro de la Red de Maestrías en Comunicación, Desarrollo y Cambio Social que tendrá lugar a fines de agosto en Bogotá con el auspicio de Uniminuto y que llevará como homenaje el nombre de “Luis Ramiro Beltrán”, pionero del pensamiento de la comunicación para el desarrollo en América Latina.

La red de posgrados con este enfoque de desarrollo y cambio social es un sueño largamente perseguido desde que me tocó fundar una red similar en 2005, en Filipinas, desde mi responsabilidad de director de programas del Consorcio de Comunicación para el Cambio Social. Lamentablemente aquella red no sobrevivió a mi alejamiento del Consorcio, por lo que ahora se justifica plenamente esta nueva iniciativa.

Los colegas de la Uniminuto apuntan alto. La intención es convocar a los responsables de posgrados y maestrías de varias regiones. Esperamos recibir colegas de la Universidad de Filipinas en Los Baños, donde el College of Development Communication ha sido la institución pionera desde hace casi cuatro décadas. Al menos tres universidades en la India mantienen programas similares, por lo que sería estupendo que dieran la vuelta al mundo para reunirse en Bogotá con colegas de Suecia, de España, de Dinamarca, de Inglaterra, de Estados Unidos, de Canadá y de por lo menos siete países latinoamericanos: Argentina, Bolivia, Paraguay, Perú, Guatemala, El Salvador y por supuesto Colombia, país anfitrión.

Otras actividades que tuve en la Santo Tomás y en la Uniminuto incluyeron entrevistas para radio y televisión, conversaciones con docentes y estudiantes interesados en este campo de estudio que otra vez, como el ave fénix, parece levantar vuelo. Pero queda mucho por hacer.  

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L’information est devenue abondante,
la communication rare.
Dominique Wolton