10 noviembre 2012

Luces y sombras de la memoria


La imagen usada en la promoción de Tan cerca tan lejos (2011) de Michel Favre, resume en muchos sentidos la película: en contraluz sobre el horizonte del altiplano se recortan varias figuras en un juego de luces y sombras. Tal es el espíritu de Carmen Perrin que anima el proyecto, un documental estructurado como un retorno al pasado, pero también un aterrizaje en un presente que no es un espacio idílico sino problematizador, a veces doloroso. 

Carmen Perrin es una artista plástica boliviana que vive y trabaja hace muchos años en Suiza. Su obra experimental es tan variada como desconocida en Bolivia, y se caracteriza por la voluntad de diálogo con los espacios, las formas y la materia, con intervenciones que tienen como punto de partida aquello que ya está allí, heredado o encontrado. Carmen revela en sus intervenciones lo que los comunes mortales no vemos.

Alberto Perrin en Ginebra,  1975
Esa es una parte de esta historia. La otra es que Carmen es hija de Alberto Perrin Pando, pionero de la época sonora del cine boliviano, contemporáneo (y amigo cercano) de Jorge Ruiz y Augusto Roca. Las imágenes documentales que filmó Alberto Perrin en 1953 y 1954 en la Isla del Sol, en el Lago Titikaka, son un leit motiv que permite a Carmen Perrin, con el apoyo de Michel Favre, transitar por este itinerario de regreso a sus fuentes.

Esos dos ejes, la plástica visual de Carmen y la antropología visual de Alberto, confluyen en este film que Michel Favre ha dirigido poniendo su cámara al servicio de la mirada de Carmen Perrin. Si pudiera traducir a su esencia este proyecto, diría que a través de Favre, Carmen recupera la memoria visual de su padre, se acerca a Bolivia, y reconstruye su relación con el altiplano, en el mismo espacio físico de la Isla del Sol que transitó su padre sesenta años antes. 

Luego de recibir en julio del 2009 varios correos electrónicos de Carmen Perrin y de Michel Favre, pude coincidir con ellos en París, el domingo 20 de septiembre del mismo año. Nos reunimos en el Café du Marché, en Le Marais, y allí me contaron de este proyecto, que me interesó desde un principio en parte por estar vinculado a don Alberto Perrin, a quien fui a visitar en Ginebra en 1975, y en parte porque sentí la importancia que tenía para Carmen como boliviana y artista visual renovar sus lazos con el país.  Para Michel Favre, era un nuevo desafío creativo. 

Gumucio, Perrin y Favre, en París septiembre 2009
Resulta difícil clasificar Tan cerca, tan lejos como un documental. Se trata más bien de una intervención visual cuyo mérito es la calidad y el tiempo de la mirada, no tanto así la información que proporciona. Es un film intimista, cuya lectura depende del grado de información que ya tengamos previamente, pero que también puede ser apreciado -sin información previa- como una apuesta de arte visual. Es un film que se da el tiempo de mirar, de observar, de contemplar. La cámara no se apresura, no nos apresura, no muestra premura o prisa. Hay imágenes de perfecta geometría, que corresponden a la mirada de artista de ambos cómplices. 

Carmen Perrin reanuda los lazos familiares con los pobladores de la Isla del Sol a partir de una exhibición pública de Altiplano (1954) el documental sobre la revolución de Abril de 1952 que inscribió a Alberto Perrin en la historia del cine boliviano. Durante la proyección Carmen observa las reacciones de aquellos que eran jóvenes cuando se hizo la película, de sus hijos y nietos que descubren la mirada de Alberto Perrin sobre la comunidad Yumani de la Isla del Sol. Simultáneamente, la cámara de Michel Favre observa las reacciones de Carmen y revela el dramatismo que expresa su rostro en esos momentos que marcan el regreso, el intento de comprender y de intervenir como persona y como artista.

Una de las ventanas que comunican a Carmen con el presente de la Isla del Sol pero también con su padre, es la cultura. Así como Alberto filmó las festividades del Día de los Muertos, los cementerios en La Paz y en el altiplano, Michel y Carmen registran la preparación de las t’anta wawa y los ritos relacionados con los cultivos de papa en la Isla del Sol, en un intento de integrarse en esa imagen colectiva actual.

Si la mirada de Alberto Perrin era antropológica, la de Michel Favre es expresionista porque representa la mirada no exenta de tensión y conflicto de Carmen Perrin. El sesgo emocional es notorio cada vez que Carmen aparece en la imagen, reclamando con los ojos un espacio. Las luces y sombras, los trasluces y reflejos son una representación de esas emociones de Carmen, mientras descubre un pasado pleno en contradicciones. La verdadera protagonista es ella.

Una escena emblemática en este sentido, es su diálogo con el anciano indígena que le cuenta que “la patrona mató a mi padre” al expulsarlo de la comunidad como castigo por alguna falta cometida. La patrona no era otra que Leonor Pando, la abuela paterna. Mientras para el campesino que ofrece su testimonio ese es simplemente un dato de su vida, para Carmen es la encarnación del conflicto social y generacional, porque revela las relaciones feudales previas a 1952 en las tierras de la familia Perrin Pando en la Isla del Sol. Las propias imágenes familiares de Alberto Perrin así lo sugieren, cuando filma a miembros de su familia bien trajeados y brindando con champagne en vasos de cerveza, con el fondo del lago como escenario poseído, propio.

Reconocer cada lugar, filmar escenas similares a las que filmó Alberto, los mismos senderos, las mismas fuentes de agua clara, desde los mismos ángulos, es una manera de caminar los mismos pasos pero con un concepto diferente. Carmen Perrin quisiera que ese ejercicio de la memoria sea colectivo, por eso comparte con la comunidad Yumani las imágenes de la película, tanto en movimiento como en una muestra de fotografías fijas que extiende a lo largo de un muro (así como los campesinos extienden la papa y el chuño en una larga hilera para celebrar sus ritos de fertilidad) donde cada quien busca su imagen o la de sus padres o abuelos. Ese recorrido de imágenes se convierte en un ejercicio de reconocimiento para la comunidad y de afirmación para Carmen.

Una de las escenas más hermosas de Tan cerca, tan lejos, es la que narra la intervención artística de Carmen, con varios miembros de la comunidad, sobre las paredes del antiguo museo, donde los niños han dejado espontáneamente las huellas de sus manos. Para Carmen, esa es una invitación al diálogo visual, que ella acepta y prolonga mediante líneas que se prolongan hacia el techo, pugnando por conquistar el espacio abierto como los hilos de los cometas de papel que los niños elevan a la merced del viento, sobre el fondo intensamente azul del lago. Ese contrapunto emocional con lo que ya está allí previamente, es el emblema de todo el film, que dialoga con aquello que fue motivo de una intervención antropológica y de otra representación visual seis décadas antes.

La Isla del Sol, es muy diferente a la que filmó Alberto Perrin hace seis décadas. Hoy, son parte del paisaje los aliscafos que dejan surcos de espuma en el lago mientras se acercan cargados de visitantes extranjeros. La comunidad también ha cambiado en función de los intereses económicos que el flujo de turistas determina.  

El film de Michel Favre y Carmen Perrin no pretende explicar nada, solamente transmitir el testimonio de una intervención artística en la que la artista visual se involucra afectivamente. En el diálogo entre las imágenes de 1954 y las de hoy, no existe una curiosidad antropológica sino una voluntad de abrir/cerrar ciclos. A diferencia de las imágenes documentales de Alberto Perrin, las de Carmen/Michel no llevan comentario pues no necesitan subrayar otra cosa que la propia mirada. La música de Peter Scherer, discreta, contribuye en ese propósito.

Tracé tourné noir (2011) de Carmen Perrin
No es casual que el film empiece y termine mostrando el proceso de producción de la obra plástica Tracé tourné noir (2011), un gran disco blanco que la artista ennegrece poco a poco con carboncillo mientras el disco gira. Ese oscurecer del disco de papel, pero también ese girar en torno al mismo eje tiene mucho que ver con la idea que el film transmite, de representar un ciclo que se cierra con luces y sombras.

Michel Favre tiene una larga trayectoria en el cine documental, con obras como Sobras em obras (1999), sobre el artista fotógrafo brasileño Geraldo de Barros, y Ouvindo imagens (2006)  sobre una intervención urbana de Fabiana de Barros en Sao Paulo. En esos dos filmes que conozco, así como en Tan cerca, tan lejos me queda claro que una de las condiciones de trabajo de Favre es la proximidad afectiva con los artistas cuya obra explora. 

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El lenguaje es una piel.
Yo froto mi lenguaje contra el otro.
Mi lenguaje tiembla de deseo. —Roland Barthes