30 junio 2012

Reflejos del cine comunitario


Daniel Diez, Manelo Gonzalez, Alfonso Gumucio
Estuve unos días en La Habana, a fines de mayo, para entregar a la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano el informe de la investigación sobre el audiovisual comunitario en América Latina y el Caribe, que he coordinado desde julio 2011, un trabajo que realicé con la colaboración de varios investigadores de la región. Cada uno de ellos cubrió varios países, de manera que no fue una tarea sencilla la que tuvieron: Horacio Campodónico asumió la responsabilidad de Argentina, Paraguay y Uruguay; Cecilia Quiroga se ocupó de Bolivia, Chile y Perú; Pocho Álvarez condujo el trabajo de investigación correspondiente a Colombia, Ecuador y Venezuela; Idania Licea y Jesús Guanche se concentraron en Cuba y la subregión caribeña; Irma Ávila Pietrasanta abordó México y Centroamérica, y finalmente Vincent Carelli tuvo a su cargo Brasil, con apoyo de Janaina Rocha.


Herman Van Hoof, Alicia González, Alquimia Peña y Omar González
Luego de casi un año de trabajo, presenté en la sede de la Fundación los resultados de este proyecto innovador que contó con el apoyo del  Fondo para la Diversidad Cultural de la Unesco, del Observatorio del Cine y el Audiovisual Latinoamericano (OCAL-FNCL) que coordina Octavio Getino, y de la Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe de la Unesco con sede en La Habana. 
En la reunión participaron Herman Van Hoof, director regional de cultura de la Unesco; Alicia González, secretaria permanente de la Comisión Cubana de la Unesco; Ismael González (Manelo), coordinador regional del Alba Cultural; Omar González y Susana Molina, presidente y vicepresidenta, respectivamente del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC); representantes del Ministerio de Cultura y otros colegas. 

Una nota sobre esa presentación se publicó en el Portal del Cine y el Audiovisual Latinoamericano y Caribeño, cuyo boletín semanal es una mina de oro sobre el cine de la región. Admiro la calidad del boletín y la abundancia de información que comparte con sus suscriptores, y más aún el esfuerzo que significa prepararlo, conociendo la precariedad de las conexiones de internet en Cuba. Debería suscribirse al boletín todo cineasta latinoamericano y toda persona que se interesa en el cine de nuestra región.

Quinta Santa Bárbara, La Habana
Durante mi estadía en la Quinta Santa Bárbara me reuní también con la editora de texto, Yaima Ferrándiz, y con la encargada del diseño y diagramación, Yodanis Mayol; con ambas acordamos tener el libro listo para la imprenta a finales de julio, de manera que pueda ser impreso durante el mes de agosto en Venezuela, en el marco de un convenio con el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC). El objetivo es que el libro pueda estar listo en un par de meses para ser presentado durante el Festival de Cine Latinoamericano y Caribeño, en Margarita, Venezuela, a fines de octubre. 

No ha sido sencillo investigar sobre el cine y audiovisual comunitario en América Latina y El Caribe, de por sí invisible, tan invisible como las propias comunidades que representa. Si el propio cine latinoamericano de autor enfrenta serios problemas para llegar a las pantallas de la región, más aún aquel que resulta de procesos de participación colectiva.

Durante el proceso de desarrollo del proyecto, el planteamiento inicial fue enriquecido en varios aspectos, a pesar de los limitados recursos disponibles. Se incrementó de 6 a 14 el número de países que serían cubiertos por la investigación, sin por ello incrementar el número de investigadores ni el costo del proyecto. Al final, se identificaron 55 experiencias de audiovisual comunitario, algunas de capacitación, otras de producción y otras de difusión, aunque esas fronteras son difíciles de dibujar, porque los procesos participativos que fueron seleccionados participan al mismo tiempo de todas esas actividades.

Cineasta Wayuu, Venezuela
En tanto que arte e industria, el cine latinoamericano sufre cada vez más una situación de indefensión de cara al cine comercial que se promueve desde los grandes centros mundiales de producción y distribución. La desventaja del cine latinoamericano en cuanto a su presencia en las pantallas es obvia, más aún aquel que proviene de países considerados menores en términos de su industria cinematográfica. El segundo filtro es el que separa el cine de ficción del cine documental, en detrimento de este último. Y el tercero, aquel que discrimina al cortometraje y a toda película de una duración que no se adapte a las normas de las salas de cine comerciales. Lo anterior tiene que ver, por supuesto, con una estructura que privilegia —desde la inexistencia de marcos legales hasta la exhibición, pasando por el papel del Estado y la distribución— a un cine de largometraje de ficción y con vocación comercial. 

Si pasamos revista de los filtros y discriminaciones antes mencionados, el cine comunitario en América Latina y el Caribe padece de todos ellos y de otro más: al ser un cine hecho por cineastas no profesionales, sobre temáticas que interesan a grupos y comunidades específicas, está también en desventaja frente al cine de autor. Por todas estas razones (o sinrazones) el cine comunitario ha sido poco conocido y poco estudiado. Ha sufrido la misma discriminación y marginación que aquellas comunidades que lo ejercen con la voluntad de expresar su realidad. 

El cine y audiovisual comunitario es expresión de comunicación, expresión artística y expresión política. Nace en la mayoría de los casos de la necesidad de comunicar sin intermediarios, de hacerlo en un lenguaje propio que no ha sido predeterminado por otros ya existentes, y pretende cumplir en la sociedad la función de representar políticamente a colectividades marginadas, poco representadas o ignoradas. Este es un cine que tiene como eje el derecho a la comunicación. Su referente principal no es el cine y la industria cinematográficas, sino la comunicación como reivindicación de los excluidos y silenciados. 

Es espíritu que anima estas iniciativas de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano (FNCL) se inspira en tantos creadores latinoamericanos del cine y de la literatura como su presidente, Gabriel García Márquez que han sabido soñar un cine latinoamericano tan independiente como innovador, tan bello como comprometido con la realidad social de la región. Esto trae a colación las palabras de Fernando Birri: “Para que el lugar de la utopía, que, por definición, está ‘en ninguna parte’, esté en alguna parte…” que quedaron grabadas el 15 de diciembre de 1986, en el Acta de Nacimiento de la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) en San Antonio de los Baños. 

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Me gusta que las películas tengan un principio, un medio y un final.
Pero no necesariamente en ese orden.   —Jean Luc Godard