17 agosto 2009

Nunca más, muchos más

Durante la conferencia de NuestrosMedios 8 en el Recinto Quirama, cerca de Medellín, a fines de julio tuvimos, como en ocasiones anteriores, un día entero dedicado a visitar experiencias en varias comunidades del oriente antioqueño.


Las rutas propuestas eran todas interesantes, pero yo escogí la que nos llevó a la pequeña ciudad de Granada, que el año 2000 fue víctima de una toma por parte de grupos armados de la guerrilla del ELN. El lugar fue bombardeado y parcialmente destruido. La calle principal acabó en escombros y mucha gente decidió abandonar el municipio para preservar su vida.


De la visita a Granada lo que más me impresionó fue el “Salón del Nunca Más”, administrado por mujeres de ASOVIDA (Asociación de . Tuve allí una experiencia a la vez dolorosa y pletórica de esperanza. En este museo, situado junto a la iglesia en un lugar céntrico de Granada, se preserva la memoria de las víctimas de los hechos violentos, con el objetivo de que no vuelva a suceder lo que causó tanto dolor y muerte.


Entre 1999 y 2002 la población de Granada sufrió diez ataques de la guerrilla del ELN y de las FARC, y de los grupos paramilitares o “autodefensas”. Entre esos actores armados no hay buenos: son todos asesinos desalmados que se ensañan con la población civil.



Para la memoria, es importante recordar esos ataques: octubre 1999 (3 asesinados por el ELN), marzo 2000 (3, por el ELN), noviembre 2000 (17 asesinados por las autodefensas y 3 por el ELN), diciembre 2000 (20, por las FARC), abril 2001 (11, por las autodefensas), julio 2001 (4, por las FARC), abril 2002 (3, no se pudo determinar quienes los asesinaron), y octubre (3, por las autodefensas). Es como si se hubieran puesto de acuerdo los asesinos de uno y otro bando: hay tantas víctimas causadas por la guerrilla como por las autodefensas.


En total en Granada hubo cerca de un centenar de víctimas mortales y de desaparecidos, y en el “Salón del Nunca Más” se los recuerda con cariño y convicción por la paz. Allí están las fotos de todos, en un gran mural junto al cual una serie de cuadernos, con la foto de algunos de ellos, permite escribirles. Los familiares y amigos registran vibrantes testimonios para decirles a sus seres queridos cómo los recuerdan.


Al cabo de un largo mensaje a su padre asesinado, un niño de 11 años concluye su carta así, como si el diálogo no se hubiera cortado abruptamente: “Ya me tengo que ir, quedé que iba a hacer las tareas… ya leíste la carta del Día del Padre?”


En el mapa del conflicto colombiano y sus sesenta años de violencia, Granada es apenas un botón de muestra. Son muchos los municipios a lo largo y ancho del país que han sufrido ataques y cuyos ciudadanos han sido asesinados vilmente por los grupos irregulares enfrentados, o por el ejército cuando hace uso excesivo de la fuerza. Las historias de las víctimas son tremendas, pero las de reconstrucción de ciudadanía para la paz son aún mayores. La población no ha podido ser doblegada, y el país sigue siendo –más allá de las cifras que prueban su crecimiento económico- un ejemplo de lucha contra la adversidad a través del espíritu creativo y dinámico de los colombianos.


Para tener un horizonte, el trabajo sobre la memoria es fundamental, y son miles las experiencias, como la de Granada, donde la sociedad civil se organiza alrededor de iniciativas culturales o comunicacionales, para quitarle a la guerra la materia prima de miedo y humillación. Hay muchas Granadas donde la población civil ha decidido decir “nunca más”.