24 mayo 2009

Guillermo Lora (1920-2009)

Los homenajes a Guillermo Lora se multiplican y casi todos hacen énfasis en su condición de máximo dirigente del trotskismo en Bolivia, durante toda una vida. El “fiero” Lora es una figura legendaria en las luchas sociales, quizás no tan carismática como Lechín, pero sin duda trascendente por su influencia en los sectores más radicalizados, particularmente en las universidades y en el magisterio de La Paz.

Con Lora tuve encuentros breves, y recuerdo sobre todo uno, en Paris, a principios de los años setenta, durante la dictadura de Bánzer. Lo fui a visitar a la sede de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR), la más importante organización de la Cuarta Internacional en Francia, que por entonces dirigía el carismático Alain Krivine, figura del movimiento estudiantil de mayo 1968.

En la sede de la LCR, Lora estaba protegido como un tesoro viviente, y el respeto que merecía de los trotskistas franceses era impresionante. Tuve que pasar varias puertas reforzadas con metal, con mirillas como en una cárcel, y responder preguntas inquisidoras para llegar finalmente a un patio interior y saludar a Guillermo en un segundo piso. Ojalá tuviera a mano mis notas de esa época, para recordar los detalles de nuestra conversación. Sólo recuerdo ahora algún comentario que hizo que me pareció misógino, y me sorprendió viniendo de una figura revolucionaria.

Se podrá decir muchas cosas sobre Lora y algunos han criticado la manera testaruda como permaneció fiel a sus principios e ideas toda su vida, pero eso mismo lo hace digno de respeto. Muchos de sus discípulos “evolucionaron” rápidamente aburguesándose y cambiando de camisa política con extrema velocidad, pero Lora se mantuvo firme en sus convicciones. Yo conservaba –hasta el golpe de García Meza- un ejemplar de la revista trotskista “Masas”, con un gran titular que decía: “Lora expulsado del POR”. Avatares de la vida, también a Paz Estensoro lo expulsó Guillermo Bedregal del MNR durante el infausto golpe de Natush. Mucha gente olvida estos “detalles”.

Se le atribuye la autoría de la Tesis de Pulacayo, cosa que Lechín rechazaba. En una entrevista con Aquiles Solares, el propio Lora zanjó la cuestión: “No, no, no yo no escribí la tesis de Pulacayo, a mí me la dictaron los mineros y sólo la redacté, cuando me iniciaba en política. Fui nada más que pendolista.”

No se ha dicho todavía suficiente de Guillermo Lora como intelectual, creador de una obra frondosa como historiador y ensayista, como lo atestiguan más de sesenta libros, publicados en su mayoría por Masas, El Amauta, Isla y en los últimos años por “La Colmena”, y distribuidos por “Mi Kiosko”, ambas iniciativas propias.

Su posición ideológica intransigente lo llevó incluso a justificar la alianza del trotskismo con la “Rosca” minero-feudal en el colgamiento de Villarroel en 1946. Sobre ese tema se embarcó en una sonada polémica en 1968 con Augusto Céspedes y Jorge Abelardo Ramos, a raíz de su crítica a “El Presidente Colgado”. Lora no ataca personalmente a Céspedes, más bien reconoce que es un escritor brillante, pero censura su interpretación histórica: “A un historiador de derecha sólo podemos exigirle una honesta y documentada descripción de los acontecimientos. El escritor revolucionario debe ofrecer la interpretación de los fenómenos políticos y su proyección hacia el futuro, lo que supone la revelación de sus contradicciones internas…” El “Chueco” Céspedes, que no tenía pelos en la lengua, respondió aludiendo al “huraño y taciturno hermetismo sectario” de Lora. Y Abelardo Ramos fue más duro: “Ejerce la ignorancia con respecto al marxismo viviente desde hace tantos años, que aún dormido es capaz de elegir el camino equivocado.”

Su “Historia del Movimiento Obrero Boliviano” (1967-1980), en cuatro tomos, es una contribución esencial a la historiografía boliviana. En esa obra -que fue luego publicada en inglés por la Universidad de Cambridge- Lora hace gala de su acuciosa naturaleza de investigador, que lo llevó a reunir una biblioteca importantísima, muy rica en folletería y documentos históricos, que hace veinte o treinta años vendió parcialmente a la Universidad de Brandeis en Estados Unidos.

Yo me nutrí de esa su obra histórica cuando escribí mi “Historia del Cine Boliviano”, que al igual que la suya, se publicó en la colección “Biblioteca Boliviana” de Los Amigos del Libro. Teníamos otra cosa en común: el escorpión... nació un 31 de octubre, como yo.