09 agosto 2008

Breve reencuentro con Shimose

Un encuentro de cinco minutos es mejor que un desencuentro de varios años. Eso me pasó con Pedro Shimose el pasado 18 de julio.


Llegué a Riberalta para una reunión de trabajo y me enteré casualmente que Pedro estaba allí, en su casa de familia, el Hotel Shimose (y no en Madrid donde reside desde que salió exiliado hace 37 años). Allí en Riberalta se inspiró Pedro al escribir muchos de sus poemas, y también canciones como “Sombrero de Saó”, por la que muchos en Bolivia lo conocen más que por sus libros. “A mi pelada yo le regalaré…” suena por todas partes y seguro que a él le llegan apenas migajas por derechos de autor.


Supuestamente, yo tenía un par de horas por delante antes de tomar el vuelo de Aerocon de regreso a La Paz, de manera que contaba con ello para ponerme al día con mi amigo, pero las circunstancias conspiraron en contra: justo esa mañana aterrizaron en el aeropuerto de Riberalta los aviones presidenciales de Lula, de Hugo Chávez y de Evo Morales. Con tal motivo el aeropuerto quedó cerrado por razones de seguridad y en la aerolínea me dijeron a último momento que debía regresar inmediatamente a Guayaramerín (desde donde había llegado al medio día). Hice el trayecto en un taxi a 150 kilómetros por hora sobre el camino de tierra, y llegué a tiempo para tomar el pequeño avión Fairchild Metro 23 de regreso a La Paz, pero eso significó que a Pedro no le pude dar sino un abrazo y decirle hola y ciao en la puerta de su casa.


Con Pedro Shimose tenemos una amistad que se remonta a los años sesenta. Hemos estado metidos en proyectos que acarician la memoria, como la revista “Difusión” que publicábamos con el apoyo desinteresado y juguetón de Jorge Catalano. Creo que apenas llegamos al número 10, pero cada número era un acontecimiento literario. En uno de ellos apareció por primera vez el poema sobre el Ché que escribió directamente en castellano el poeta ruso Evtushenko luego de su visita a La Higuera. Evtushenko aparece cuan largo es, tirado sobre la estrecha cama de Pedro, en su departamento de la calle Rosendo Gutiérrez, en La Paz. Ya en 1962 la revista Time le dedicó a Evtushenko su portada. Era el poeta ruso más conocido.


También compartimos en el exilio el departamento que le prestó en el Barrio del Pilar de Madrid su amigo Chencho Arias, por entonces Agregado Cultural de España en Bolivia, y más tarde jefe de la Agencia de Cooperación Española y Embajador de su país en Las Naciones Unidas, de donde salió a raíz de unas declaraciones poniendo en duda implicación de España en la guerra de Irak, ante la inexistencia de “armas de destrucción masiva”.


Allí, Pedro y yo escribíamos poesía. El libro que él terminó, “Quiero escribir pero me sale espuma”, le valió el Premio Casa de las Américas 1972. Yo mismo recibí la noticia en un telegrama de La Habana, que aterrizó en mi casilla postal en Cibeles, lo único que me pertenecía en España. Mi poesía de esa época dio para tres libritos que se fueron publicando en 1979, 1980 y 1984.


Mucho más podría decir del camino recorrido con Pedro en el exilio, y de los encuentros que hemos tenido después, en Bolivia o en España, donde sus hijos se hicieron adultos y donde él trató siempre de poner a Bolivia al frente de su trabajo literario y de sus investigaciones.